El primer lunes de vuelta a la rutina después de un cambio de hora puede costar un poco más. Así lo demuestran los estudios del sueño y la experiencia personal de cada uno, por lo que el hecho de que hoy nos haya costado más salir de la cama o notemos más cansancio, tiene una explicación científica y biológica. Hay personas que se verán más afectadas que otras, dependiendo de la calidad de nuestro sueño y de nuestras rutinas pero, de una forma generalizada, todos los organismos perciben este cambio de hora.
Durante este fin de semana, en la madrugada del sábado al domingo, se ha producido el famoso cambio de hora que ocurre dos veces al año y al que ya estamos, al menos culturalmente hablando, más que acostumbrados. Las semanas previas siempre existe el debate sobre si se adelanta o se atrasa o si se duerme más o menos. En este caso, lo que ha sucedido es que se ha adelantado una hora, es decir, de las 02:00 se pasó a las 03:00, por lo que hemos dormido menos.
La explicación de por qué el cambio de hora de marzo nos afecta más
Este fin de semana ha comenzado el que conocemos como horario de verano y que hará que tengamos más tiempo de luz solar durante la tarde. Sin embargo, los cambios de horarios, aunque solo sean de una hora, pueden repercutir más de lo que pensamos. Es como la sensación de jet lag, pero en una pequeña dosis.
Este desajuste horario repercute en nuestro ritmo circadiano, es decir, en nuestro reloj biológico que está sincronizado con la luz solar. Al modificarlo, nuestros ciclos de sueño se alteran y nos puede generar una sensación de cansancio, somnolencia e irritabilidad durante unos días, hasta que nuestro organismo se adapte por completo a la nueva rutina.
Sin embargo, el cambio horario que se produce en marzo puede afectarnos más que el que se produce en octubre. Ahora “perdemos” una hora de sueño y en invierno la ganamos pero, más allá de esto, la clave está en que nuestro ritmo circadiano dura más de 24 horas, algunos estudios sugieren que incluso puede acercarse a las 25 horas.
Por eso, cuando se produce el cambio de hora en invierno, la adaptación de nuestro cuerpo es más rápida y supone menos esfuerzo, puesto que le damos a nuestro ritmo circadiano el tiempo necesario para que se acostumbre. Sin embargo, el cambio de hora en primavera le “roba” una hora a nuestro ritmo circadiano, por lo que el proceso de acomodación de nuestro organismo será más lento y nos afectará más, especialmente a nuestro ciclo de sueño, por lo que podremos experimentar cansancio durante los primeros días.
El eterno debate sobre el cambio de hora
Detrás de estos cambios de hora existen motivos de ahorro energético, culturales, históricos y, por supuesto, políticos. Para empezar, España debería de tener el huso horario que marca el meridiano de Greenwich, pero en 1940 Francisco Franco adelantó una hora los relojes españoles. Hay diferentes teorías sobre este cambio, algunas apuntan a que el dictador quiso tener la misma hora que la Alemania de Hitler.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial países como Reino Unido y Portugal también adelantaron una hora, pero tras finalizar la contienda, estos volvieron a su horario original, mientras que España mantuvo el cambio. Y, desde entonces, nuestro país no se sitúa en la franja horaria que le corresponde.
Por otro lado, los dos cambios de hora que se producen en la actualidad en la mayoría de los países europeos responden a una crisis energética derivada del incremento de los precios del petróleo a principios de los años setenta. La idea y el objetivo inicial era aprovechar las horas de luz solar para realizar las actividades diarias y así consumir menos energía eléctrica.
Desde hace unos años existe un debate en torno a si estos cambios se deberían de mantener o no. De momento, hasta octubre de 2026 parece que se seguirán realizando en España, acorde a lo establecido en el BOE y en el Real Decreto 236/2002 que dispone que cada cinco años se debe publicar un calendario con las fechas concretas de cada cambio de hora.
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