El debate sobre si se debe separar la vida personal de los artistas de su obra ha cobrado relevancia en los últimos años, en gran parte por el “Me Too”, y en menor medida, por la crisis del coronavirus. Figuras como Michael Jackson, Miguel Bosé, Picasso, Charlie Sheen y otros muchos más han estado envueltas en polémicas debido a acusaciones de diversa índole. Mientras algunos defienden que el talento artístico debe evaluarse de manera independiente, otros consideran que el comportamiento personal de estas figuras es inseparable de su legado. Este dilema plantea cuestiones éticas, legales y culturales que afectan tanto a la industria del entretenimiento como al público.
Casos de artistas cuya obra es igual de relevante que sus problemas judiciales o morales
Uno de los casos más controvertidos es el de Michael Jackson, quien, a pesar de su impacto en la música, ha sido objeto de múltiples acusaciones de abuso infantil. A raíz de documentales como “Leaving Neverland”, algunas plataformas retiraron su música, aunque su influencia sigue vigente.
A Roman Polanski, director de cine, se le condenó por abuso sexual (y otra serie de graves acusaciones) de una menor en 1977 y ha vivido como fugitivo de la justicia estadounidense. Sin embargo, su trabajo ha sido reconocido con premios internacionales (recordemos la magnífica “El Pianista”), algo que descoloca.
Mel Gibson, actor y director (en mi memoria está la increíble Braveheart), ha protagonizado incidentes de antisemitismo y violencia doméstica en múltiples ocasiones. Aunque en ciertos momentos su carrera se ha visto afectada, con el tiempo ha logrado volver a Hollywood con el beneplácito de todo su gremio.
Por otro lado, a Charlie Sheen se le señaló por abuso de drogas, conductas agresivas y problemas legales, lo que derivó en su despido de una de las mejores series cómicas de la historia “Dos hombres y medio”. Sin embargo, sigue siendo una figura de interés en la cultura popular, convirtiéndose en un ícono.
En el ámbito musical, Plácido Domingo se enfrentó a acusaciones de acoso sexual. Esto afectó a su reputación y provocó la cancelación de presentaciones en algunas instituciones. Sin embargo, sigue contando con seguidores que valoran su legado operístico. Sin ir más lejos, al poco tiempo de que saliera a la luz sus reprobables actitudes, le dieron una atronadora ovación en una de sus representaciones, algo digno de estudio.
Finalmente, Miguel Bosé se ha puesto en el ojo del huracán con sus declaraciones negacionistas sobre la pandemia y las vacunas, lo que ha provocado el rechazo de ciertos sectores del público. Aun así, su trayectoria musical sigue siendo influyente, volviendo a los escenarios recientemente, en México. El ejemplo claro de incontinencia verbal, y que haber nacido rodeado de la más alta cultura, no te convierte en un “lumbreras”.
¿Cómo debe actuar el público y la industria?
No existe una respuesta única sobre cómo manejar estos casos. Algunas posturas defienden la cancelación de los artistas con conductas reprobables, argumentando que seguir apoyando su trabajo es avalar su comportamiento. Otras posiciones sugieren que la obra debe evaluarse por su valor artístico sin considerar la vida personal del creador.
Para el público, la decisión suele ser personal, y no suele usarse el mismo baremo para todas las figuras artísticas. Sin ir más lejos, un servidor es más benevolente con Kevin Spacey o Woody Allen que con Michael Jackson, cuando a día de hoy ninguno ha perdido a un juicio (Jackson tiene procesos legales abiertos hasta después de su muerte). La contradicción del ser humano.
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