¿Notas esa punzada de calor veraniego que invita a buscar sombra a toda costa? Madrid aprieta, y más de uno ya sueña con un rincón donde el termómetro baje un par de grados y el reloj se detenga. Tal vez tengas en mente Pedraza o Chinchón, pero hoy vengo a sacarte de ese bucle turístico. A poco más de una hora y media, escondido entre robledales, existe un pueblo que parece congelado en el tiempo. La Hiruela comparte título de Reserva de la Biosfera (distinción que la Unesco concede desde 1971 a espacios que combinan conservación y desarrollo sostenible) desde 2005, y presume de su encanto sin levantar demasiado la voz. Y, créeme, cuando veas sus casas de piedra y sus huertas colgadas, entenderás por qué aquí el silencio se ha vuelto patrimonio.
¿Dónde está La Hiruela y por qué es tan especial?
La Hiruela se asienta en el extremo nordeste de la Sierra Norte de Madrid, a 103 kilómetros de la Puerta del Sol y a 1.147 metros sobre el nivel del mar. Su remoto emplazamiento, rodeado de robledales centenarios y atravesado por el río Jarama, le ha permitido conservar intacto un casco urbano de apenas 55 viviendas.
Precisamente esa situación “a desmano” ha sido su mejor seguro de vida: ni urbanizaciones masivas ni carreteras de alta capacidad alteran un trazado medieval donde la piedra, el barro y la madera de roble siguen mandando. No en vano, el Catálogo Regional de Bienes Protegidos le otorga la máxima protección arquitectónica desde 1989.
¿Cómo llegar a La Hiruela desde Madrid?
Llegar a La Hiruela es casi una pequeña aventura, pero nada que tu coche no pueda asumir. El trayecto medio ronda 1 hora y 30 minutos si sales temprano y evitas la A‑1 a hora punta.
A continuación tienes el itinerario paso a paso para no marearte con los desvíos de la sierra:
- A‑1, km 76 (Lozoyuela): toma la salida y gira hacia la M‑127 en dirección a Lozoyuela‑El Berrueco.
- M‑127–M‑137: bordea el embalse de El Atazar hasta Robledillo de la Jara; la panorámica compensa cada curva.
- M‑137–M‑130: sigue hacia Prádena del Rincón y Montejo de la Sierra; las señales a La Hiruela aparecen a los 14 km.
- Aparcamiento municipal: al entrar en el pueblo, un estacionamiento gratuito de 40 plazas evita que los coches invadan las callejuelas.
Tras esta última curva, apaga el motor: aquí manda el paseo a pie y la banda sonora son los cencerros, no los cláxones.
¿Qué ver en La Hiruela?
El corazón del pueblo es la plaza de San Miguel, flanqueada por la iglesia homónima (siglo XVIII) y un frondoso olmo que se niega a jubilarse. A dos minutos, el Museo Etnológico exhibe aperos agrícolas y fotografías que explican cómo se ordeñaba con 10 °C bajo cero.
No te pierdas el molino harinero del siglo XVII, íntegramente restaurado. Allí descubrirás, rueda y presa mediante, cómo se convertía el grano en pan cuando la electricidad era ciencia ficción. El acceso es gratuito, aunque se agradece la propina sugerida de 1 euro para su mantenimiento.
Rutas de senderismo fáciles y precio de la visita guiada
Fuera del casco urbano aguardan tres sendas señalizadas que no exigen ser Kilian Jornet. La más popular es la Senda de los Oficios de la Vida (4 kilómetros, 90 minutos), que acompaña al Jarama entre huertos, colmenares y antiguos colmenares (sí, la miel aquí sabe a romero y a paciencia).
Si prefieres ir con guía, la empresa municipal de turismo programa salidas todos los sábados entre el 15 de marzo y el 30 de octubre. El coste es de 3 euros por persona (niños menores de 6 años gratis) e incluye seguro y degustación de miel.
¿Cuál es la historia secreta de La Hiruela?
Los cronistas locales sitúan el origen en pleno proceso de la Reconquista (siglo XIII), cuando pequeños grupos de ganaderos repoblaron estas montañas con la bendición del rey Alfonso X. Gracias a la Cañada Real de las Merinas, el pueblo disfrutó de un insólito fuero de Villazgo que le permitía autogobernarse y cobrar peajes por el paso del ganado.
Esa autonomía duró hasta 1833, cuando la división provincial dejó a La Hiruela como el último rincón de Madrid antes de tropezar con Guadalajara. Hoy viven apenas 65 vecinos censados, suficientes para mantener vivas las fiestas patronales de la Virgen del Rosario (primer fin de semana de agosto), donde la verbena se mezcla con la procesión y el cocido con el vermú.
Consejos para tu escapada
En verano, la temperatura suele quedar 4 °C por debajo de la de Madrid, pero las noches refrescan: mete una chaqueta ligera en la mochila. Lleva metálico; el único datáfono disponible es el de la tasca del pueblo y, a veces, la cobertura se esconde entre los robles.
Por último, respeta la regla de oro local: “Deja el coche donde empieza el empedrado y llévate lo que traigas”. Solo así La Hiruela seguirá siendo ese refugio medieval que descansa (sin estrés ni prisa) a 103 kilómetros de la gran ciudad.