¿Quién no ha salido alguna vez de un concierto con los oídos zumbando y el bolsillo temblando? Quizá este fin de semana te tocó a ti. El Estadio Metropolitano de Madrid se llenó hasta la bandera (55.000 almas, casi nada) para ver a AC/DC y muchos salieron jurando en arameo por el mal sonido. Pagan 150 euros, beben agua a 3 euros y, por si fuera poco, se comen un eco chirriante que deja la voz de Brian Johnson en modo “mejunje indescifrable”. El ambiente era de fiesta, diademas de cuernos y puños al aire, pero la acústica se empeñó en pinchar el globo. En fin, que el rock sonó… pero a rayos.
¿Por qué sonó tan mal en el Metropolitano?
La cosa empezó con una reverberación correosa que trepaba desde la grada alta y se quedó pegada como chicle. Allí, cada golpe de batería rebotaba y convertía la mezcla en un murmullo de cigarras. El estadio ya tiene fama de “necesita mejorar, y mucho”, así que pocos se sorprendieron.
Sin embargo, lo del sábado fue de récord: un eco insidioso que hacía dudar si era un truco para disimular la merma vocal de Johnson o simple chapuza técnica. Bajo, batería y guitarra rítmica no ganaban definición ni queriendo, y eso que hablamos de un trío instrumental sin florituras. Vamos, que ni los ingenieros de la NASA salvaban esa maraña.
¿Falló Brian Johnson o falló la acústica?
La voz del cantante, de 77 años, lleva tiempo peleando contra el calendario. Hubo tramos angustiosos, sobre todo en “T.N.T.” y “For Those About to Rock”, donde los coros de Chris Chaney y Stevie Young tuvieron que echarle un capote. Aun así, muchos culparon más al recinto que al veterano vocalista.
¿Pusieron un efecto extra de eco en su micro para camuflar grietas? Misterio. Lo único claro es que el público distinguía mejor al vecino berreando “and you shook me all night long, yeah” que al bueno de Brian.
La salvación: la guitarra de Angus Young
Menos mal que Angus Young, con 70 años y su eterno uniforme de colegial, sostuvo el tinglado. Cada riff (de “If You Want Blood (You’ve Got It)” a “Back in Black”) atravesaba la niebla sonora como un bisturí. Young terminó empapado, camisa abierta y dedos a punto de combustión, pero mantuvo viva la llama del Power Up Tour.
Escénicamente, tiraron de clásicos de la casa: campana gigante en “Hells Bells”, la voluptuosa Rosie (en pantalla) en “Whole Lotta Rosie”, plataforma elevadora en “Let There Be Rock” y cañones en el final, todo ello arropado por muros de amplificadores Marshall. Entre canción y canción hubo pausas algo largas; paradójicamente, se agradecieron para descansar las orejas.
¿Qué se lleva el público a casa?
Quedaron los hits, la camaradería rockera y la sensación de haber visto a una leyenda, aunque fuera envuelta en un sonido criminal. Las familias y los más jóvenes salieron con la misma sonrisa que los veteranos, demostrando que la marca AC/DC todavía llena estadios sin despeinarse. Eso sí, muchos ya hacen números: 150 euros de entrada, más gastos “dinámicos”, más agua “de oro”… y un equipo de sonido que no vale lo que cuesta.
El miércoles repiten en el mismo recinto y aún hay entradas. Ilusos o valientes, los que vayan saben a lo que se enfrentan: otra ración de rock inmortal y, con suerte, un poquito menos de eco.
Consejos para no amargarte el próximo concierto
Antes de comprar la entrada, conviene blindarse contra sorpresas desagradables. Echa un vistazo a estos consejos y ahórrate un disgusto (y unos cuantos euros):
- Elige bien la zona: evita la grada alta cuando el recinto tiene mala fama acústica.
- Lleva tapones: los de espuma cuestan poco y salvan tímpanos.
- Hidrátate fuera: bebe agua antes de entrar; dentro te costará 3 euros la botella.
- Consulta foros y redes: comentarios de otros conciertos sirven de brújula.
- Sé realista con las expectativas: si el cantante roza los 80 años, ajusta el listón vocal.
Recuerda: el rock es disfrute, no penitencia. Siguiendo estos pasos, quizá salgas del Metropolitano –o de cualquier estadio– con la garganta ronca de cantar, pero no con los oídos hechos papilla.