Desde el Ministerio de Trabajo de nuestro país llevan un año intentando llegar a un acuerdo con el resto de ministerios y de grupos parlamentarios para instaurar la jornada laboral de 37,5 horas. Sin embargo, hay otros países que han realizado mayores reducciones hace años y son la prueba de que esta medida mejora la calidad del trabajo y de vida de los trabajadores, en líneas generales. El país pionero fue Islandia, que en 2015 comenzó un programa piloto en el que 2.500 empleados públicos redujeron su jornada laboral semanal de 40 horas a entre 35 y 36 horas.
El experimento de reducción de la jornada semanal de 4 años
De 2015 al 2019, las instituciones de Islandia estuvieron probando el nuevo modelo con sus empleados con la idea de recoger las conclusiones necesarias para saber si sería un modelo aplicable y funcional a nivel nacional, en el que todos los trabajadores, tanto públicos como asalariados de empresas privadas, redujesen su jornada laboral semanal a las 36 horas o, lo que es lo mismo, tener algunas semanas laborales de cuatro días.
Finalmente, en 2019 decidieron instaurar este modelo de forma paulatina en todo el país para que trabajadores y empresas se fueran adaptando. Y los resultados confirmaron los del experimento de cuatro años: los niveles de productividad no habían bajado y la calidad de vida y el bienestar de los empleados aumentó considerablemente al tener más tiempo para conciliar su vida personal y familiar.
Entre el 2020 y el 2022, hasta el 51% de la población islandesa tenía la opción de la jornada laboral reducida y actualmente se estima que ese porcentaje ha aumentado hasta el 90%. La fórmula que aplican para la reducción de estas cuatro horas a las semana es alternar semanas laborales de cuatro días con semanas laborales de cinco o bien realizar jornadas de trabajo más cortas.
El rechazo inicial a estas medidas
Este logro laboral islandés no fue fácil de conseguir, pues siempre ha contado con la oposición de algunos de los sectores más conservadores a nivel político y social, que miran con recelo y temor que una reducción de la jornada laboral pudiese implicar un descenso de la productividad. De hecho, en Islandia la implantación de este modelo fue gracias a un proceso de negociación colectiva y sindical.
Muchos son los países europeos que ahora quieren implantar esta medida siguiendo los pasos de la isla nórdica, pero en todos ellos se están encontrando con el dilema de la productividad, además de las dificultades legislativas para adaptar las jornadas completas y los salarios al nuevo modelo reducido.
En España está ocurriendo algo similar. Desde que se propuso la jornada laboral reducida de 40 a 37,5 horas, los sindicatos junto con el Ministerio de Trabajo no han conseguido llegar a un acuerdo claro con la patronal, que finalmente no firmó el anteproyecto de ley que se redactó debido a grandes desacuerdos. Además, también han enfrentado disputas dentro del propio Gobierno, pues hay Ministerio que abogan por una reducción de la jornada laboral más paulatina.
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