Tal vez también te haya pasado a ti: conduces tan tranquilo por la autovía cuando, de pronto, algo desconocido cae del cielo y te obliga a pisar el freno. Nadie espera que ese “algo” sea Jägermeister a chorros, y mucho menos que lo vierta un tipo que, segundos antes, había saludado a la Guardia Civil como quien pide la hora. El vídeo (ya viral) lo demuestra: un joven paró el tráfico sobre un puente, dejó boquiabierto a un coche patrulla y acto seguido regó los vehículos que circulaban debajo con varios litros de esta bebida espirituosa. El disparate dura apenas unos instantes, pero el enfado todavía retumba en las redes sociales. Además, decenas de usuarios han etiquetado a la Benemérita para que intervenga de oficio. Si buscabas un ejemplo práctico de temeridad vial, lo acabas de encontrar.
¿Qué ocurrió exactamente en ese puente?
Detener el tráfico ya es, de por sí, una maniobra peligrosa; hacerlo para desplegar un improvisado “botellón aéreo” roza lo surrealista. Según se ve en la grabación, el joven, botella en mano, obligó a parar incluso a un coche patrulla de la Guardia Civil en la vía superior.
Cuando el vehículo oficial retomó la marcha, el protagonista se acercó al borde, unió su envase a otras tres botellas (formando una especie de crucifijo improvisado) y comenzó a vaciar el contenido sobre los coches que pasaban por la autopista inferior. La escena, grabada en plano abierto, deja un reguero etílico cayendo a varios metros de altura y a los conductores de abajo sin saber si frenar, acelerar o encargar un chubasquero.
¿Por qué la Guardia Civil no actuó en el momento?
El vídeo muestra que el coche patrulla pasó justo antes de la “lluvia alcohólica” y no detectó la maniobra que se estaba gestando. La perspectiva de la cámara (situada también sobre el puente) indica que los agentes ya habían doblado la curva cuando el líquido empezó a caer, por lo que su ángulo de visión era mínimo.
La sorpresa digital llega después: al difundirse la grabación, decenas de usuarios etiquetaron a la Guardia Civil en redes, reclamando que se abra expediente de oficio. A efectos prácticos, la Benemérita podría identificar al protagonista a través de la propia publicación y, si procede, remitir el atestado a la autoridad judicial competente.
¿A qué delito se enfrenta el protagonista?
El comportamiento encaja de lleno en un delito contra la seguridad vial, figura penal que castiga las conductas que ponen en grave riesgo a otros usuarios de la carretera. La jurisprudencia suele recordar que basta con generar peligro concreto (no es necesario que se produzca un accidente) para incurrir en responsabilidad.
En caso de que el juez considere probados los hechos, el joven se expone a una sanción económica «de las que pican», además de posibles penas de prisión. La suma exacta dependerá de la calificación final, pero cualquier castigo traerá, como mínimo, un susto al bolsillo y un par de años de historias que contarle al seguro.
¿Qué debes hacer si presencias una escena similar?
Antes de seguir leyendo, ten claro que tu seguridad está por encima de la curiosidad. Si te topas con un espectáculo semejante, conviene actuar con cabeza fría y cierta dosis de paciencia administrativa.
- Mantén la distancia, evita frenar bruscamente bajo el puente y, si es posible, cambia de carril con suavidad;
- Llama al 112 en cuanto puedas explicar con calma el lugar, la hora y lo que está ocurriendo;
- Registra la matrícula del vehículo involucrado o cualquier señal distintiva del infractor, pero solo si no comprometes tu integridad.
Tras la llamada, conserva el vídeo o las fotos (si las has tomado) porque servirán de prueba. Por último, anota la hora exacta del suceso: a efectos legales, esos minutos pueden inclinar la balanza a favor de una rápida identificación del responsable.
Imprudencia que resbala… y no solo en sentido literal
El joven del puente buscó protagonismo y ha terminado a un paso del banquillo, todo por unos cuantos litros de Jäger y una ocurrencia digna de un guion descartado de «Resacon en las Vegas». Mientras la Guardia Civil revisa el vídeo con lupa, queda en el aire la lección básica: cualquier gracia que ponga en jaque a los demás difícilmente acaba con un simple «me gusta». Una sanción considerable y la posible pena de prisión son recordatorios contundentes de que la línea entre lo viral y lo delictivo puede ser tan fina (y resbaladiza) como una lluvia de licor sobre el asfalto.