A veces te pones unos pendientes sin pensarlo mucho, como quien se ata los cordones. Pero estos complementos tienen una historia larga, larguísima. Nacieron como amuletos y marca de estatus, y hoy aparecen en las orejas de un porcentaje alto de la población. Entre el Antiguo Egipto y Asia Occidental está el primer mapa de esta joya que lo ha visto todo. Luego llegaron los altibajos: un paréntesis en la Edad Media y un subidón en el Renacimiento. Y en la actualidad, entre aretes y piercings, siguen siendo una forma de decir quiénes somos.
¿Cuál es el origen de los pendientes y dónde se documentan los primeros hallazgos?
Los pendientes se remontan a más de 6.000 años en el Antiguo Egipto, donde funcionaban como símbolo de estatus y protección. Se fabricaban con cornalina o ágata roja, a las que se atribuían propiedades curativas, en concreto para aliviar el dolor de estómago. Aunque se asocian a Egipto por antigüedad y significado, la costumbre de perforar y adornar los lóbulos se sitúa en Asia Occidental alrededor del 3000 a.C., y los objetos más antiguos localizados datan del 2500 a.C. en las tumbas reales de Ur.
En las primeras culturas, los pendientes no eran solo bonitos: actuaban como talismán (objeto al que se atribuye poder protector) y como protección divina, y los usaban tanto hombres como mujeres. Los Indios, persas y babilonios lo usaban para alejar enfermedades y malas influencias, y para propiciar aspectos positivos. Hebreos, germanos y árabes: como amuletos y protección divina. Galos y otras comunidades europeas: también contra hechizos y el mal de ojo. Además, los diseños variaban mucho: representaban dioses, animales, plantas y objetos concretos.
Durante la Edad Media su uso decayó. La explicación es muy terrenal: los peinados tapaban las orejas y, si no se ven, se lucen menos. No obstante, en el Renacimiento volvieron a primera línea. Los pendientes se convirtieron en objetivo clave de la orfebrería (arte de trabajar metales preciosos), con aplicaciones de esmaltes, piedras preciosas y perlas.
Posteriormente, en los siglos XVI y XVII, los talleres de España y Holanda introdujeron el engaste de piedras preciosas, especialmente diamantes. Engastar significa fijar la piedra a la montura de la joya. Y, por otro lado, la dimensión mágica no desapareció: en regiones de Europa se siguieron usando como talismanes contra el mal de ojo y otros conjuros (creencia de daño causado por una mirada).
¿Qué significaban en Grecia, Roma e India y cómo llegaron a nuestro tiempo?
En la Grecia antigua, las mujeres llevaron aretes con perlas y piedras preciosas, que simbolizaban la prosperidad de sus esposos. Si hablamos de la Roma imperial, hombres de alta posición lucían pendientes de oro como demostración de fortuna y atractivo. En la India, los pendientes se asociaban a la belleza y la delicadeza. Destacaban las perforaciones nasales de las mujeres, es decir, aberturas en las que colocar joyas, con una intención estética clara.
Durante el siglo XX los pendientes se convirtieron en una pieza clave de las tendencias de moda. La evolución de los diseños y la diversidad de materiales los consolidaron como esenciales del estilo personal, para mujeres y para hombres.
En la actualidad, siguen siendo un accesorio común en todo el mundo. Junto a los pendientes tradicionales, los piercings (perforaciones corporales en las que se colocan joyas) han ganado popularidad y pueden adornar casi cualquier parte del cuerpo. Para conocer otras historias curiosas e interesantes, accede a nuestra sección de actualidad.