Hay olores: el de la crema solar, el del salitre y, por qué no, el del interior de un coche viejo, que nos teletransportan al verano en menos de un segundo. Seguro que alguna vez has dejado caer la toalla en el asiento todavía caliente, has sacudido arena de los pies antes de tocar el embrague o has pensado que conducir sin techo es la definición misma de libertad. No es casualidad: ciertas máquinas nacieron para eso. Hablamos de los «coches playeros», esos descapotables ligeros que no se toman la vida demasiado en serio y nos recuerdan que el calendario también tiene modo vacaciones. Si eres de los que sonríen al ver un Méhari aparcado junto al chiringuito, acompáñanos: porque arrancamos.
¿Qué convierte a un coche en «playero»?
En términos simples, un coche playero es aquel que se siente igual de cómodo sobre el asfalto quemado de agosto que sobre una duna recién batida por el Levante. Para lograrlo, combina un chasis ligero, neumáticos generosos y un techo (si es que lo tiene) que se quita en un pispás. La clave está en la simplicidad mecánica: menos piezas, menos óxido y más facilidad para enjuagar la carrocería con la manguera cuando aún llevas las chanclas puestas.
Además, estos vehículos apuestan por un diseño abierto que deja entrar el aire, las risas y, admitámoslo, algún que otro grano de arena obstinado. Esa misma apertura refuerza su carácter social: quien conduce uno sabe que siempre habrá un amigo que quiera subir «solo a dar una vuelta». Por tanto, más que coches, son un pasaporte a la descompresión estival.
Los siete clásicos que querrás aparcar junto a la sombrilla
Antes de que sigas soñando, repasa este elenco de veteranos que convirtieron la playa en su hábitat natural:
- Citroën Méhari (1968‑1988) – Carrocería de plástico ABS y cero complejos.
- Fiat 500/600 Jolly Ghia (años 50 y 60) – Mimbre, toldo a rayas y glamour de Capri.
- Volkswagen Tipo 181 «Safari» (1968‑1983) – Espíritu militar con alma de dominguero.
- Meyers Manx y demás buggies (desde los 60) – Fibra de vidrio, chasis de Escarabajo y diversión pura.
- Renault Rodeo (1970‑1987) – La respuesta francesa que dijo «yo también quiero».
- Jeep Wrangler y CJ – Todoterreno eterno con puertas desmontables para sentir la brisa.
- Suzuki Jimny/Samurai – Compacto, cabe por cualquier camino y sonríe en la arena.
Con semejante alineación cuesta decidirse, ¿verdad? Cada uno aporta su granito de personalidad, ya sea en formato de toldo vintage o de neumático XXL dispuesto a surfear dunas.
¿Cuánto cuestan hoy estos iconos en el mercado de segunda mano?
Con la nostalgia cotizando al alza, los precios se han disparado más rápido que un termómetro en agosto. Echa un vistazo:
Modelo | Rango de precio actual |
---|---|
Citroën Méhari | 4.500 € – 38.000 € |
Jeep Wrangler (y CJ) | 6.000 € – 40.000 € |
Suzuki SJ/Samurai/Jimny | 2.500 € – 15.000 € |
Como ves, restaurar un Méhari puede costarte lo mismo que unas vacaciones modestas, mientras que un Wrangler de coleccionista puede llegar hasta los 40.000 €. Por consiguiente, conviene afinar la calculadora antes de lanzarse a por la ganga soñada.
No te llenes los bolsillos de arena al comprar
En primer lugar, inspecciona la carrocería: el ABS del Méhari resiste la corrosión, pero las estructuras metálicas del Wrangler o del Samurai pueden esconder óxido tras la pintura. Pide siempre fotos del chasis y del vano motor; evita sorpresas que se traduzcan en facturas.
Por otro lado, asegúrate de que la ITV está al día y de que las modificaciones (si las hay) figuran en la ficha técnica. Saltarte la homologación puede salir más caro que un aparcamiento en primera línea. Finalmente, prueba el vehículo en arena o, al menos, en un camino de tierra: un coche playero que no se defienda fuera del asfalto es como una sombrilla sin tela, pura decoración.
Ya sea por su estética desenfadada o por la promesa de aventuras con aroma a protector solar, estos siete veteranos siguen conquistando corazones y garajes. Eso sí, la nostalgia no paga averías: compra con cabeza, revisa papeles y prepárate para que tu próximo verano empiece mucho antes de pisar la orilla.