La analítica de sangre es una herramienta clave para detectar, controlar y prevenir enfermedades por parte de los médicos, pero su frecuencia no debe ser automática ni anual por sistema. Expertos en medicina de familia en España, como la doctora Isabel María Paúles (SEMG), la doctora Ana Pérez y el doctor Sergio Cinza (Semergen), coinciden en que el calendario de pruebas depende de la edad, los síntomas y los factores de riesgo, y advierten del riesgo de sobrediagnóstico cuando se piden sin una razón clínica clara.
Muchos pacientes piden a su médico de cabecera una “analítica completa” cada año por iniciativa propia. La doctora Paúles, responsable del grupo de trabajo de Estilos de Vida y Determinantes de Salud de la Sociedad Española de Medicina General, recuerda que esa costumbre no siempre está justificada: «Muchas personas asocian la idea de que cuantos más análisis, mejor. Como si hacer una analítica completa fuera sinónimo de salud o de una atención más rigurosa». Y subraya el problema de abrir la puerta a hallazgos dudosos: «Si se piden sin una razón médica clara, pueden llevar a resultados dudosos o falsos positivos que, lejos de tranquilizar, generan más ansiedad, pruebas innecesarias o incluso tratamientos que no hacen falta».
Frecuencia recomendada según la edad y el riesgo en boca de varios médicos
En cuanto a la periodicidad, no hay una única pauta. Según Paúles, hasta los treinta años y sin enfermedades, un adulto sano puede limitarse a una analítica al año o incluso cada dos, una frecuencia que se ajusta a muchos chequeos laborales y sirve como referencia de salud. A partir de los cuarenta, «cuando se recomienda un control una vez al año, por el riesgo de aparición de enfermedades crónicas como la diabetes, la hipercolesterolemia o la hipertensión arterial, entre otras», aclara.
Otras voces piden ser aún más prudentes. La médica de familia Ana Pérez plantea que en adultos sanos y sin síntomas no hay beneficio en repetir análisis cada año. Y añade un efecto indeseado frecuente: «Al hacerlo, muchas veces conduce a un diagnóstico innecesario como, por ejemplo, un déficit de vitamina D en alguien que no tiene síntomas de nada». En una línea similar, el doctor Sergio Cinza, miembro de la junta directiva de Semergen, apunta que en adultos jóvenes una analítica cada tres años es suficiente y recuerda el objetivo de esas revisiones: «Las guías establecen este período para controlar el tema de la diabetes, el azúcar y también conviene vigilar el hemograma porque suele ser la edad a la que debutan las leucemias o linfomas».
Todos los profesionales consultados coinciden en que la frecuencia debe adaptarse a los factores de riesgo individuales. Tabaquismo, consumo habitual de alcohol, exceso de peso o, en el otro extremo, un estilo de vida saludable, cambian el umbral a partir del cual una analítica puede aportar información útil. También el cuadro clínico manda: si hay síntomas o un problema subagudo de causa incierta, una analítica puede orientar el diagnóstico. En pacientes con diabetes y antecedentes de riesgo cardiovascular, Paúles detalla el calendario de seguimiento: «se recomienda realizar analítica cada tres meses si está descompensado o cada seis meses si está controlado con el tratamiento farmacológico».
Qué información aporta y por qué los hábitos son clave
¿Qué aporta exactamente una analítica de sangre? No suele bastar por sí sola para un diagnóstico definitivo, pero orienta al integrarse con la historia clínica y la exploración. Un hemograma completo puede destapar anemias, infecciones y algunas enfermedades hematológicas. La glucosa y la hemoglobina glicosilada permiten diagnosticar y controlar la diabetes. El perfil lipídico «es clave para valorar el riesgo cardiovascular y prevenir enfermedades como el infarto». Las transaminasas y otros marcadores hepáticos ayudan a evaluar el hígado y a detectar hepatitis, hígado graso o consumo excesivo de alcohol. La creatinina y el filtrado glomerular informan del estado renal.
Más allá del laboratorio, los hábitos marcan la diferencia. La doctora Pérez propone centrar el foco en el día a día antes que en repetir analíticas sin indicación: moverse a diario y trabajar la fuerza «Realizar entre 8.000 y 10.000 pasos como mínimo y realizar ejercicio de fuerza, al menos, dos veces por semana». En la mesa, priorizar alimentos poco procesados y un patrón mediterráneo: «Cuánto más color haya en el plato, mejor. Que la base sea fruta y verdura, pescado, y solo un poco de carne». Accede a nuestra sección de actualidad para conocer los artículos más interesantes en materia de salud.