A Nuria Quero, estudiante de bachillerato en la Comunidad de Madrid, esa charla le cambió los planes y, quizá, el futuro. Una profesora le habló de un concurso internacional relacionado con la NASA y ella decidió apuntarse sin darle demasiadas vueltas. Meses después, aquel impulso llevó a su equipo a competir en una final mundial celebrada en el Centro Espacial Kennedy, en Florida (Estados Unidos). Se presentaron como la compañía ficticia Buutation con un proyecto para un asentamiento humano permanente en Venus. Lo que empezó por curiosidad terminó convertido en una experiencia difícil de olvidar para todo el grupo.
¿Cómo empezó todo en un pasillo de instituto de Madrid?
La historia arranca con una profesora que detiene a Nuria en los pasillos y le plantea un reto: participar en un concurso internacional vinculado a la NASA para diseñar una base en otro planeta. Ella, que suele apuntarse a todo, aceptó. A partir de ahí, ese sí dio pie a un trabajo en equipo que fue creciendo con horas de ideas, pruebas y presentaciones.
Lo que parecía un proyecto académico más acabó subiendo de nivel: superaron fases nacionales y europeas hasta llegar a la gran final mundial. Y no era precisamente el típico trabajo “para nota”: el objetivo era imaginar algo que funcionara de verdad, con criterio técnico y con una defensa sólida ante un jurado exigente.
El reto no se las traía con rodeos: diseñar un asentamiento permanente en Venus, uno de los entornos más hostiles del sistema solar. El grupo madrileño trabajó bajo el nombre de Buutation y basó su propuesta en un enfoque realista, teniendo en cuenta la atmósfera del planeta, la presencia de gases y los materiales disponibles. Esa solidez técnica, dicen, fue la clave.
El jurado estaba compuesto por ingenieros, exastronautas y especialistas en exploración espacial, que valoraron especialmente la viabilidad de las soluciones propuestas. Entre los puntos fuertes destacaron el soporte vital (los sistemas que permiten respirar, alimentarse y vivir con seguridad), la sostenibilidad energética (que la energía no se agote y pueda producirse) y la resistencia de las estructuras frente a condiciones extremas.
¿Cómo defendieron la idea ante la NASA y qué peso tuvo la presentación?
Además del trabajo técnico, el equipo subraya lo que aprendieron al trabajar codo con codo: cada integrante aportó habilidades distintas y, en muchos casos, sorprendentes. Nuria, por ejemplo, explica que quedó impresionada con el nivel de diseño 3D de algunos compañeros, algo que elevó el acabado del proyecto. En la defensa final, Nuria asumió el papel de presentadora. Pese al vértigo inicial, se lanzó a explicar con claridad las ideas clave para convencer al jurado. Jorge Rodríguez Viña, compañero del equipo, reconoce que su buen nivel de inglés y desparpajo fueron determinantes.
Durante las distintas fases, conocieron a estudiantes de muchos países, compartieron conocimientos y comprobaron que la pasión por la ciencia y la innovación no entiende de fronteras. La convivencia y el trabajo en equipo, dicen, es lo que más se llevan de esta aventura. El premio abre posibilidades claras: el grupo ya piensa en orientar sus estudios hacia la ciencia, la ingeniería y la investigación espacial, y algunos han recibido felicitaciones y contactos de instituciones que siguen su trayectoria. Accede a nuestra sección de formación para conocer más historias en materia de educación.