Durante los meses de primavera, es común observar bolsas negras colgadas en los troncos de algunos árboles en parques y zonas verdes de Madrid. Estas bolsas, instaladas por el Área de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento, están ahí para controlar una plaga específica. Antes de nada, hay que incidir en que es peligroso acercarse a estas bolsas y sobre todo manipularlas. Por descontado, hay que alejar a los niños de ellas. A continuación desvelamos para qué sirven y por qué alerta el Ayuntamiento de su peligrosidad.
¿Qué son las bolsas negras en los árboles?
Las bolsas negras, también conocidas como anillos perimetrales o trampas de collar, son dispositivos instalados en los troncos de pinos y cedros para capturar a las orugas procesionarias cuando descienden del árbol en busca de un lugar para enterrarse y completar su ciclo de vida. Estas trampas consisten en un anillo que rodea el tronco y guía a las orugas hacia una bolsa llena de tierra, donde se introducen para crisalidar. Una vez finalizado el descenso de las orugas, las bolsas se retiran para su eliminación. Este método es una alternativa ecológica integral de control que incluye también trampas de feromonas, tratamientos de endoterapia y retirada manual de bolsones.
El Ayuntamiento de Madrid aconseja a los ciudadanos seguir las siguientes pautas para evitar riesgos asociados a la oruga procesionaria:
- No tocar ni manipular las bolsas negras de los árboles, ni las orugas, ya que sus pelos urticantes pueden causar irritaciones en la piel, ojos y mucosas.
- Evitar que niños y mascotas se acerquen a estas trampas o a las orugas, ya que pueden sufrir reacciones alérgicas graves.
- Informar a los servicios municipales a través del teléfono 010 si se detecta la presencia de orugas procesionarias en espacios públicos.
- En propiedades privadas, se recomienda contactar con profesionales especializados en plagas fitosanitarias para su control y eliminación.
¿Qué son las orugas procesionarias?
La Thaumetopoea pityocampa, conocida como oruga procesionaria, se apiña durante el invierno a los bolsones que penden de los árboles y, según se acercan las altas temperaturas, comienza su camino a la tierra, para comenzar su metamorfosis. Las orugas (larvas) están cubiertas de pelos urticantes que se desprenden y flotan en el aire, por lo que pueden provocar irritación en oídos, nariz y garganta en los seres humanos, así como intensas reacciones alérgicas. La sustancia que le confiere esta capacidad urticante es una toxina termolábil denominada Thaumatopina.
Aunque puedan parecer inofensivas, es un grave problema para los árboles, en especial los pinos, ya que son capaces de defoliarlos intensamente. A pesar de esto, es un problema de salud pública y no una plaga forestal. Consulta nuestra sección de actualidad para no perderte nada de lo que sucede en Madrid.